Agenda para la educación pública – Diario La Mañana de Formosa

“En educación, urgen tecnologías de punta, robótica, inteligencia artificial… buscar la excelencia y alta competitividad laboral y productiva…”.
“Sí, está bien; pero el problema no está solo en la calidad de la formación educativa del argentino, sino en la desigualdad y asimetría social y cultural que es notable y alarmante actualmente. Fíjate que no todos los que ingresan al sistema educativo, egresan graduados, e incluso, no todos quienes están en edad escolar aparecen incluidos dentro del sistema”.
¡Es cierto! La pérdida de alumnos por cohortes es muy alarmante. No todos los niños de 4 y 5 años van al Jardín. El nivel primario no contiene, no retiene ni promueve, año a año, a la totalidad de inscriptos, y eso que rigen ‘promoción automática’, ‘promoción asistida’, y abundan políticas públicas compensatorias. Ya en la primaria solo llegan a 6to grado poco más de las tres cuartas partes de cada promoción”.
“Y en la secundaria, se gradúan menos de la mitad. O sea, en la etapa obligatoria de la educación, que va hasta la finalización de la secundaria, ¡más de la mitad de los argentinos quedan por el camino”!
“Y eso que estamos hablando solo de la etapa obligatoria establecida por ley. En el nivel superior se agrava la deserción. ¿No será que la obligatoriedad es una condición de utopía, pero de imposible cumplimiento real…? ¡Porque no somos todos iguales…! ¿Y cómo hace el sistema para atender a todos/as, cuando la diversidad es realidad…? Incluso, hay jóvenes que, tras largos esfuerzos como estudiantes y ya con el título de lo obligatorio cumplido…no consiguen trabajo… ¡Y quieren irse…!”
Estos diálogos exponen lo que pasa, y nos pasa, en el sistema de la educación pública del país. Es difícil encontrar grupos o familias que no se entrampen en estas cuestiones de calidad educativa, eficacia y eficiencia de los servicios institucionales educativos, futuro de los hijos y nietos, problemas de los que egresan del nivel obligatorio…sin conseguir trabajo.
Quizás, amigas/os lectoras/es habituales de mi producción, adviertan y se interroguen sobre mis persistentes reiteraciones de estas cuestiones, generalmente etiquetadas como ‘fracasos y deserciones escolares’. Es que, por una parte, hay que reconocer que la gran virtud de la Educación Pública Argentina, nacida al amparo de la histórica Ley Nacional de Educación Obligatoria y Universal N° 1420 del año 1884, más la Reforma Universitaria de 1918, han gestado la revolución educativa más admirada en esta parte de la América morena, adquiriendo el status de gran palanca de la movilidad social ascendente, nacionalizando como argentinos al torrente de inmigrantes del mundo que encontraron cobijo en estas tierras. Los maestros normales, sarmientinos, cumplieron con creces la integración de los inmigrantes.
Pero, por otra parte, con semejante revolución educativa no se pudo llegar a neutralizar los fracasos escolares en ninguno de los niveles de enseñanza institucionalizada, pues siempre quedaron ‘restos’ sociales afuera de la escuela. Y cada vez esas ‘exclusiones escolares’ se van incrementando en diferenciarse en ‘calidades de vidas deseadas’, al extremo, hoy, que todo fracaso y exclusión educativa deviene en ‘exclusión social’ y ‘marginalidad’; y a menor tiempo de permanencia en el sistema escolar, mayor marginalidad y exclusión social. Actualmente, es una realidad que interpela lacerantemente a nuestra conciencia ciudadana.
Estamos a horas de la elección de los nuevos gerentes ejecutivos del país (“Poder Ejecutivo de la Nación Argentina”), en una de las elecciones por balotaje más tensionantes de los últimos tiempos cívicos. Y con toda la fuerza ciudadana mi ruego laico es que la nueva agenda educativa del país priorice los problemas expuestos, pues hace rato que venimos dejando deteriorarse y caerse a la calidad de la formación ciudadana y política de los estudiantes de los niveles obligatorios de la Educación Pública argentina. ¡Coronados de gloria vivamos, o…”!
Prof. Dr. Mario A. Olmedo
maolmedo@fibertel.com.ar