Política

Opinión | Motosierra en la relación con China y dinamita para el Mercosur – Radio Mitre


Motosierra para las relaciones con China y dinamita para el Mercosur. Javier Milei replica en política exterior el mismo extremismo iracundo que impregna su campaña electoral interna.

Pasaron ya 52 años desde que la “diplomacia del ping pong” inició el deshielo de las relaciones entre China y Estados Unidos. En 1971, deportistas norteamericanos participaban, por primera vez en la posguerra, de un evento internacional en la nación asiática. Fue la excusa que urdió el exsecretario de Estado Henry Kissinger para explorar un acercamiento.

En la Casa Blanca se respiraba conservadurismo. El republicano Richard Nixon calzaba la lapicera más poderosa del mundo. En Beijing –entonces se decía Pekín– la “Revolución Cultural” comunista ahogaba en sangre y mazmorras la más mínima disidencia con el dogma de Mao. Una de sus claves era un férreo aislamiento internacional.

El proceso maduró y ocho años más tarde se establecieron relaciones diplomáticas plenas entre ambos países. Gobernaba Estados Unidos el demócrata Jimmy Carter, reconocido por su compromiso con los derechos humanos. El revisionista Deng Xiaoping conducía para entonces la revolución capitalista con que el régimen de partido único sacó a China de las hambrunas y el atraso, aunque no del autoritarismo.

El histórico giro diplomático privilegió los intereses estratégicos y económicos sobre las ideologías. El entendimiento contrarrestó el avance geopolítico de la Unión Soviética. Y disparó el intercambio bilateral de bienes, de inversiones y tecnología. Fue el primer paso de un proceso que, una década más tarde, derivó en el fin de la Guerra Fría entre Washington y Moscú.

“No negocio con comunistas”, sentencia ahora Milei. Postula el retorno a una diplomacia de fronteras ideológicas. Una regresión de 50 años.

Otro anacronismo es la separación conceptual que ensayó entre la esfera pública y la privada en las relaciones económicas internacionales. El experto Marcelo Elizondo subraya que el 70% del flujo comercial, de capitales y tecnología en el mundo ocurre entre mercados con arancel de importación cero, concertados en tratados bilaterales o multilaterales. Los contratos entre privados prosperan bajo el paraguas de acuerdos políticos.

El Mercosur languidece, precisamente, por la incapacidad de los países miembros, principalmente Argentina y Brasil, para recorrer con inteligencia ese camino al desarrollo.

Las democracias más consolidadas sostienen a un tiempo el pragmatismo económico y la defensa principista de la libertad y los derechos humanos, como establece el orden jurídico internacional. Sería ingenuo desconocer que la presión pacífica sobre las autocracias no siempre consigue resultados satisfactorios ni inmediatos. Y que, en muchas ocasiones, prevalece un declaracionismo cargado de hipocresía.

Esa realidad no justifica relegar los intereses nacionales en aras de una cruzada ideológica. Y es decididamente infantil pensar que el gobierno de un país puede imponer sus dogmas a otros, sin reparar en la correlación de fuerzas. Napoleón –que se tuteaba como pocos con el poder– extrajo una enseñanza de su propio error. “La locura es la desproporción entre los objetivos y los medios”, apuntó en sus comentarios al Príncipe, de Maquiavelo. Milei debería mirarse en ese espejo.

Argentina perdió muchas veces el rumbo en su relación con el mundo. Sus habitantes pagaron el costo. Este gobierno maximizó ese default estratégico. Su principio ordenador ha sido una geopolítica enancada en un antinorteamericanismo cerril y precario.

Supuesto defensor del progresismo y los derechos humanos, terminó legitimando a las dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua. Hizo polémicos guiños a la teocracia iraní. Y exhibió una triste genuflexión improductiva con Putin y el Partido Comunista Chino.

Milei propone reemplazar esa política con otro extravío.

Carlos Sagristani



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Javier Ortiz

Navegando entre las corrientes de la información con pasión y destreza, soy Javier Ortiz, un Experto en Artículos Web que teje palabras con la intensidad de un golazo en el último minuto. Mi paso por la Universidad Antonio de Nebrija templó mi pluma con el calor del conocimiento. Como un cronista de la vida moderna, mis escritos surcan desde los campos de fútbol hasta los extremos del deporte, desde los engranajes de la economía hasta los laberintos de la política, y desde los misterios de la religión hasta las alturas de la espiritualidad. Cada palabra es un punto en la red, tejido con la fibra de la autenticidad. Únete a mí en este viaje donde las letras se convierten en senderos de emoción, donde el fútbol comparte espacio con la adrenalina, donde el motor económico se conecta con el engranaje político y donde la esencia humana encuentra su refugio en el vasto mar de la espiritualidad.

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