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Diego Conesa se sumerge cada día en el hormigueo del puerto de Cartagena: «Te juegas la vida en cada maniobra» – La Verdad


Entra al puerto de Cartagena el crucero más grande del mundo, el Wonder of the Seas -362 metros de eslora- y salen enormes petroleros mexicanos en un zigzag inacabable. Se cruzan en la bocana pesados buques cargados de borregos bajo bandera libanesa con cargueros de grano de Ucrania. Un gasero argelino atraviesa sin saberlo el punto negro donde naufragó aquel navegante fenicio que transportaba vino y nácar dando bandazos por la costa. El levante escolta a las naves chinas que llegan cargadas de sostenes urticantes y toneladas de ‘taperuers’, justo donde cayó aquel Savoia italiano alcanzado por la batería antiaérea de Cartagena en el otoño más frío que se recuerda. En ese hormiguero acuático de siglos se desliza cada día Diego Conesa, patrón de lancha del equipo de prácticos del cuarto puerto español en tráfico de mercancías.

A bordo, es un pigmeo entre cíclopes en movimiento, aunque este trabajo está hecho para incurables de la mar, pilotos curtidos que soportan la tensión y maniobran con soltura en situaciones complejas. Para empezar, sus lanchas carecen de barreras de seguridad o pasamanos, para abarloarse a colosos en plena marcha. «Te juegas la vida y la de tus compañeros en cada maniobra», confirma Diego, a remojo desde que a los 12 años se agarró a una vela de windsurf.


Diego, practicando foil en mares abiertos.


Álbum familiar


«Ya me corría la sal por la sangre», cuenta de un apego que le ha dado muchas horas de «contacto con la naturaleza, de amplitud de miras, de armonía», todo eso que la mayoría deja aparcado casi todo el año para sucumbir al ascensor. El joven surfista hizo su rodaje marítimo trabajando en escuelas de vela, puertos y varaderos. Introdujo el kite surf en la Región con la primera vela que surcó el Mar Menor, cuyo sacrificio de 170.000 pesetas de los noventa no evitaron que se desplomara sin remedio sobre la laguna. «Mis amigos hacían windsurf y yo era el colgado de la cometa», rio Diego el último y mejor, porque abrió su escuela náutica Maskite, que atrajo a miles de aficionados a La Manga. Vivió la intensidad de los veranos de mar y la condena de los inviernos costeros: «Las pasabas canutas para tirar con el dinero ganado en dos meses», recuerda.


  • «Por orgánicos pasos, / por oleajes de entraña húmeda y viva, / entraron a la redondez primera»

    Miriam Reyes


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  • Sabor a mar

    Caramelo de gallopedro en CP8, de Cabo de Palos.


  • Vecinos raros del sótano

    El engullidor negro tiene un estómago elástico, que le permite engullir presas mucho más grandes que él. Como es transparente, se puede ver lo que ha comido.

Siempre quiso formar parte del maremágnum del puerto, ese ‘tetris’ de 200 naciones que le sigue pareciendo apasionante. «Cada día es diferente, hay un viento distinto», explica Diego.

Para asegurar algunos buques intervienen hasta 23 profesionales, remolcadores y amarradores.

Todo lo que pasa en el mundo, la abundancia y la penuria, tiene su reflejo en el tráfico del puerto. «Es lo que no se ve, la adrenalina, la tensión y la alerta los 365 días», describe. Por eso se escapa Diego en furgoneta con su familia y sus dos perras a surfear a Galicia, para recargar las fuerzas y la paz interior. Por eso en invierno, cuando hay temporal en la costa de Cabo de Palos, se acerca al faro para ver con sus propios ojos «el poder real, el del viento y el mar».



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Javier Ortiz

Navegando entre las corrientes de la información con pasión y destreza, soy Javier Ortiz, un Experto en Artículos Web que teje palabras con la intensidad de un golazo en el último minuto. Mi paso por la Universidad Antonio de Nebrija templó mi pluma con el calor del conocimiento. Como un cronista de la vida moderna, mis escritos surcan desde los campos de fútbol hasta los extremos del deporte, desde los engranajes de la economía hasta los laberintos de la política, y desde los misterios de la religión hasta las alturas de la espiritualidad. Cada palabra es un punto en la red, tejido con la fibra de la autenticidad. Únete a mí en este viaje donde las letras se convierten en senderos de emoción, donde el fútbol comparte espacio con la adrenalina, donde el motor económico se conecta con el engranaje político y donde la esencia humana encuentra su refugio en el vasto mar de la espiritualidad.

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